No es fcil atender miles y miles de personas por da, a toda hora. Los invisibles saben hacerlo.
Los que somos recurrentes, los que hacemos trabajos de prensa, o simplemente tenemos el hábito de los libros y asistimos a la Feria del libro nos encontramos con los Invisibles todos los años.
Están en toda la Feria; conocen, como nosotros, los engranajes secretos que hace funcionar la maquinaria de eventos multitudinarios.
Atienden a la gente, orientan; controlan que los visitantes pasen un día confortable, que sea, en lo posible, una visita que los impulse a volver.
La organización de la feria les confía, con pactos secretos, situaciones que mayormente ignoran, porque debemos asumirlo, el público de la feria es no sólo heterogéneo, sino que llega con expectativas tan disímiles que parece imposible conformar a todos.
Pero los Invisibles, están preparados para todo, para las preguntas, para los desbordes, en más de una ocasión, para controlar los desmanes del entusiasmo que algunas personalidades provocan.
Los he visto a los Invisibles, incluso, orientar a los organizadores en salas, sobre cómo debe desarrollarse el mismo, lo hacen con las preguntas, orientan en el orden en que deberían organizarse, previenen asuntos en que los coordinadores de los eventos no pensaron. Ellos siempre saben cómo deben hacerse las cosas para evitar problemas, demoras y ofrecen la ayuda necesaria para que sea una experiencia grata para todos.
A los Invisibles se los ve cuando se presta atención, sobre todo cuando recursivamente nos los encontramos todos los años, con la misma predisposición.
En esta ocasión, mi artículo sobre la feria les va dedicado a ellos, que en diversos modos, nos hacen sentir en casa, a los que año a año asistimos a la feria y sorteamos las dificultades de la multitud para cumplir nuestro trabajo de crónica.
El primer comentario es para los queridísimos amigos del Stand De Chile, al que tomo por asalto todos los años, y con los que ya siento que me unen complicidades, anécdotas, lecturas, un placer anual con el que cuento y que año a año se convierte en cita obligada.
Los que cuidan los accesos en diferentes momentos, en diferentes espacios, allí donde ya saben que se los puede necesitar.
Organizadores de salas.
Las chicas del bar Isósceles, que aún luego del milésimo café, todavía sonríen:
Invisibles sólo para algunos. Los vemos en casi todos los encuentros, año a año, tan persistentes como los que disfrutamos del resto de las propuestas que ofrece la Feria del Libro.